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Perspectiva Global de la Energía hacia 2050: ExxonMobil

Perspectiva Global de la Energía hacia 2050: ExxonMobil

Presentado por Solid Pérez, Directora General de ExxonMobil México, durante el 10º Foro Latinoamericano de Minería, el Global Outlook 2025 ofrece una lectura directa: el mundo deberá incrementar el suministro energético y, al mismo tiempo, reducir emisiones. Ambos objetivos no sólo son compatibles; son esenciales para sostener el crecimiento económico, elevar el bienestar y reforzar la seguridad energética de aquí a 2050.

En este sentido, se vinculan de forma directa la planeación energética con la minería porque los motores del crecimiento —industria y transporte— demandarán más energía y seguirán sosteniendo la economía real, justamente donde se producen y movilizan materiales básicos y metales, y donde la minería juega un papel estructural.  En estos segmentos “difíciles de abatir”, los productos intensivos en energía como acero, aluminio y cemento requieren densidades energéticas altas y calor extremo que renovables y electrificación por sí solas no pueden aportar, por lo que petróleo y gas natural continúan siendo insumos críticos del ecosistema de materiales y de su logística asociada. 

Hacia 2050, el transporte comercial y la actividad industrial concentrarán 50% de las emisiones. Lo que obliga a desplegar a gran escala tecnologías de bajas emisiones —biocombustibles, captura y almacenamiento de carbono e hidrógeno— precisamente en las cadenas de valor donde se ubican la extracción, el procesamiento y el movimiento de minerales y metales. Además, la expansión de la demanda eléctrica (≈70%) y del gas natural (>20%) en países en desarrollo condiciona la competitividad de los productores de metales y minerales. Al incidir directamente en sus costos energéticos y en la confiabilidad del suministro.

Finalmente, el documento advierte que, sin inversión sostenida, la declinación natural del petróleo (\~15% anual) generaría déficits severos frente a la demanda. Con riesgos de precios y volatilidad que impactarían a la minería por su alta exposición a energía y combustibles para operación y transporte.

Demografía, crecimiento y demanda: la presión de fondo

La demanda energética vendrá impulsada por tres fuerzas: más población, economías más grandes y estándares de vida más altos. Para 2050, la población mundial crecerá en más de 1.5 mil millones de personas —principalmente en países en desarrollo— y el PIB global se duplicará. Con las economías emergentes expandiéndose al doble del ritmo de las desarrolladas. El ingreso personal aumentará cerca de 80% y, con ello, el consumo de energía. Sólo en el mundo en desarrollo, el uso energético será 25% mayor hacia 2050.

Detrás de estas cifras hay una realidad ineludible: hoy, cerca de 4 mil millones de personas —la mitad de la población— carecen de la energía necesaria para cubrir necesidades básicas. El umbral mínimo para eliminar la pobreza energética se estima en 50 MMBtu por persona al año. Cuando en países desarrollados el consumo ronda 160 MMBtu per cápita. Persisten brechas críticas: unos 700 millones de personas no tienen acceso a electricidad y 2 mil millones dependen de combustibles altamente contaminantes para cocinar. Asociados a 3.2 millones de muertes anuales por contaminación intradomiciliaria.

Sectores difíciles de abatir: la densidad energética importa

Industria pesada (acero, aluminio, cemento), petroquímica y transporte comercial sustentan la economía real y continuarán requiriendo energéticos de alta densidad y calor de proceso extremo. Si bien los vehículos eléctricos ganan terreno en repartos urbanos, las baterías no alcanzan, hoy, la densidad energética costo-efectiva para el autotransporte de larga distancia con cargas pesadas. Esto mantiene a los combustibles líquidos y al gas natural como insumos estratégicos para la manufactura y la logística global.

La mezcla energética de 2050: todos cuentan, pero cambian las proporciones

El panorama a mitad de siglo no es de sustitución total, sino de recomposición. Las renovables no biomasa (solar y eólica, entre otras) serán el componente de mayor crecimiento. Pasarán de ~3% hoy a más de 11% de la energía mundial en 2050. El carbón será el mayor perdedor, retrocediendo a niveles previos a 2005 a medida que tecnologías y marcos de política permitan su reemplazo. Aun así, el petróleo y el gas natural seguirán aportando más de la mitad del suministro energético global. La demanda de petróleo se estabilizará después de 2030, permaneciendo por encima de 100 millones de barriles diarios hasta 2050. El gas natural aumentará más de 20%, principalmente por el crecimiento de la demanda eléctrica en países en desarrollo. En paralelo, la demanda de electricidad mundial crecerá 70% para 2050, un salto que requerirá todas las fuentes disponibles.

Asequibilidad: el ritmo lo marca el costo total

La experiencia reciente confirma que la transición avanza cuando las alternativas de menores emisiones son competitivas en costo. Hoy, el biodiésel para larga distancia es ~1.5 veces más caro que el diésel convencional. Y el combustible sostenible de aviación puede triplicar el precio del turbosina tradicional. Cada punto porcentual adicional en gasto energético de los hogares erosiona la confianza del consumidor y limita el espacio político para políticas climáticas ambiciosas. Europa ofrece lecciones: marcos de alta regulación y mayores costos energéticos en industria y transporte han presionado la competitividad y debilitado el apoyo social a objetivos climáticos. La clave es evitar picos de precio con políticas que reduzcan la intensidad de carbono sin estrangular la oferta ni cargar costos innecesarios al sistema.

Políticas, tecnología y mercados: tres palancas para abaratar

De más de 50 tecnologías críticas para llegar a cero neto, sólo tres están “en ruta”. Se requieren avances tecnológicos, eliminación de barreras regulatorias y mayor inversión. Los incentivos públicos son útiles como puente donde no existen mercados o los costos iniciales son altos. Pero deben transitar hacia señales de mercado que seleccionen las opciones más costo-efectivas. Un requisito habilitador es la contabilidad transparente y consistente de costos e intensidad de carbono a lo largo de cadenas de valor.

Emisiones: caída del 25% hacia 2050, pero la brecha persiste

La combinación de eficiencia, renovables y tecnologías de bajas emisiones permitiría reducir las emisiones energéticas globales en torno a 25% hacia 2050. Aun con mayor demanda. Sin embargo, cerrar la brecha con trayectorias “probables por debajo de 2 °C” exige escalamiento masivo: la generación solar tendría que superar 11,000 TWh en 2050 (más de 5 veces la actual) y, para cumplir la meta, acercarse a 22,000 TWh.

La captura y almacenamiento de carbono (CAC) debería crecer desde ~24 millones de toneladas de CO₂ hoy a ~3,100 millones para 2050. El nivel compatible con metas climáticas ronda 7,000 millones. El hidrógeno bajo en carbono tendría que pasar de ~1 MTA a ~80 MTA en 2050, cuando el nivel requerido sería ~170 MTA. Además, industria y transporte comercial concentrarán 50% de las emisiones en 2050 (hoy ~40%). Lo que hace ineludible desplegar CAC, hidrógeno y biocombustibles en esos segmentos.

Seguridad de suministro: el riesgo de la inacción en petróleo y gas

La declinación natural de la producción petrolera ronda 15% anual, acelerada por el peso creciente de recursos no convencionales. Sin inversión adicional, la oferta global caería de ~100 a ~85 millones de barriles diarios en el primer año. Y para 2030, se situaría por debajo de 30 millones, muy lejos de la demanda proyectada.

La conclusión es clara: incluso mientras se invierte para reducir emisiones en operaciones, productos y clientes industriales, la inversión sostenida en petróleo y gas sigue siendo necesaria para evitar déficits estructurales que disparen precios y desestabilicen economías.

Para América Latina

La ruta es pragmática: asegurar oferta confiable y asequible, reducir intensidad de carbono con todas las tecnologías disponibles. Y diseñar marcos de política que no trasladen costos inviables a hogares y empresas. 2050 no será la era de un solo energético, sino de portafolios optimizados por costo, resiliencia y emisiones. La transición avanza cuando la economía real puede pagarla —y cuando la energía está disponible donde y cuando se necesita.

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