La intermitencia no es el problema, es la oportunidad: Veolia: Por Francisco Torres Luquín, Director de Veolia Energía y Soluciones de Operación y Mantenimiento
Durante décadas, las empresas se han enfrentado a una disyuntiva incómoda. Por un lado, la confiabilidad de las plantas de emergencia a diesel: inversión inicial baja, con tecnología probada y relativamente fáciles de instalar; pero con un costo ambiental enorme de 2.65 kg de CO₂ por cada litro de diesel[1].
Una inmueble comercial de 5,000 m², tradicionalmente operada con plantas a diesel, puede emitir más de 536 kg de CO₂ por cada hora de operación de respaldo. Una cifra difícil de ignorar en un contexto donde el objetivo es acelerar la transición hacia una matriz energética más limpia.
En el otro extremo están los sistemas solares con baterías: limpios, silenciosos y con costos operativos casi nulos. Sin embargo, su principal barrera sigue siendo el desembolso inicial y la intermitencia, que puede ser entre 30 y 40% mayor que el de un sistema a diesel.
¿Dónde nos deja esto? Durante años, la salida más fácil fue optar por lo barato, aun sabiendo que, a largo plazo, “lo barato sale caro”. Hoy esa ecuación ya no funciona porque ninguna de estas opciones, por sí sola, resulta suficiente frente a la urgencia climática.
La intermitencia energética —especialmente crítica en países como México, donde la estabilidad de la red y la demanda eléctrica no siempre van de la mano— nos obliga a replantear el rumbo de la generación y el consumo hacia modelos verdaderamente sostenibles.
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La buena noticia es que el escenario está cambiando. Los gobiernos de todo el mundo están limitando el uso de combustibles fósiles, los consumidores reconocen y premian a las marcas que reducen su huella ambiental y, al mismo tiempo, el costo de las baterías de almacenamiento de energía —uno de los protagonistas ante la intermitencia energética— ha caído 85% en la última década, con proyecciones que apuntan a una reducción aún mayor en los próximos años.
En este nuevo contexto, la solución ya no es dicotómica. Existe una tercera vía híbrida, donde la tecnología, las finanzas verdes y la gestión de riesgos convergen para dar paso a un futuro más inteligente. La combinación de solar + baterías + red + un mínimo respaldo a diesel es una fórmula que ya ofrece lo mejor de ambos mundos, confiabilidad, sostenibilidad y competitividad.
Ahora bien, reconocer el papel central de las baterías no significa que su instalación sea suficiente. Lo que realmente marca la diferencia es una gestión integral, y aquí es donde compañías como Veolia aportan un valor decisivo al diseñar soluciones que trascienden la tecnología.
El primer pilar es el financiamiento inteligente, con esquemas como los modelos ESCO, el leasing operativo o los contratos PPA. Estos mecanismos permiten a las empresas avanzar en la transición energética sin necesidad de descapitalizarse, eliminando una de las principales barreras de entrada: la inversión inicial.
El segundo es la gestión del riesgo energético, que incluye mantenimiento predictivo, seguros de performance y el diseño de sistemas híbridos que aseguran respaldo y continuidad. Con ello se evitan paros inesperados que, en muchos casos, pueden representar pérdidas millonarias.
La sostenibilidad, una valor sostenible
Finalmente, está el valor sostenible agregado, que se refleja en certificaciones internacionales como LEED y BREEAM, así como en la posibilidad de generar créditos de carbono comercializables y mejorar la calificación ESG corporativa. Estos beneficios fortalecen la reputación de las empresas y les permiten anticiparse a regulaciones cada vez más exigentes.
Un caso real lo ilustra. Una cadena de retail en México, que dependía de 50 plantas a diesel y un costo de $ 2.5 millones de dólares anuales en combustible, migró a un sistema híbrido solar con baterías. El resultado fue de 70% menos costos energéticos y 85% menos emisiones, con un payback de apenas 5.8 años.
En este escenario, la verdadera pregunta ya no es si conviene migrar hacia soluciones híbridas con baterías, sino qué tan rápido se dará ese paso estratégico. En la era de la transición energética, las plantas diésel seguirán existiendo, pero solo como respaldo. Las empresas que insistan en mantenerlas como columna vertebral estarán pagando más caro: en combustible, en contaminación y en regulación.
La intermitencia ya no debe verse como un obstáculo, sino como una oportunidad para decidir qué tipo de empresa se quiere ser en la próxima década.